“Te pongas como te pongas, no voy a ser tu vasija”

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Para empezar, me gustaría poner voz a los y las jóvenes socialistas que no estamos a favor de los vientres de alquiler. Y lo puedo decir libremente y desde el respeto puesto que mi organización, la Joventut Socialista de Catalunya (JSC) decidió mostrarse abiertamente en contra a esta práctica en su pasado congreso.

Hablaré desde el respeto, no quiero ofender a nadie, aunque a veces sea inevitable en estos debates viscerales, hechos desde el caso personal y no desde el global. Y aquí diré que la posición que me genera más empatía, en la que me puedo ver más reflejada es la de “madre gestante”. El porqué os lo diré más adelante.

Abordemos la primera de las espinas de este debate: quiero ser clara (y si es necesario cruda) Sí, los úteros se alquilan. Y se alquilan porque siempre hay una transacción económica, por mucho que se le quiera decir “compensatoria”. Hasta el sistema más “altruista” de todos lo contempla. Y eso es tan jodido como el hecho de justificar que “ya que tienes que pasar por esto, al menos que te lleves algo por las molestias”. Sé que para la otra posición del debate puede sonar brusco, pero debemos de dejar de utilizar eufemismos.

Llegados a este punto, preguntémonos entonces qué mujeres podrían acceder a ser vientres de alquiler. Si hay dinero de por medio, ¿qué mujeres aceptarían “altruistamente” ser vientres de alquiler? Las pobres. He aquí lo que Carmen Calvo defiende: los vientres de alquiler afectan a las mujeres más pobres. Las que se encuentran en necesidad de tener unos ingresos, bien porque no tienen trabajo, porque tiene otros hijos que alimentar y no disponen de recursos. Y también es aquí donde me siento aludida como “ potencial madre gestante”. En un momento donde las jóvenes (también los jóvenes) contamos con unos sueldos precarios, denigrantes incluso, donde nuestros contratos son temporales, donde el acceso a la vivienda es un sueño en muchos casos… ¿cómo no me voy a sentir identificada como posible madre gestante si supone unos buenos ingresos? Siempre me quedará mi cuerpo ¿no?. (Aunque quizás ya no serviría según los requisitos que se pidan) Y por eso, el altruismo en este caso, no es real.

Tampoco es una cuestión de libertad. No podemos hablar de libertad de la “madre gestante”. El mismo proceso implica que ésta, durante al menos 9 meses no es dueña de su propio cuerpo: de lo qué come, de si hace deporte o no, de qué medicamentos debe ingerir. Deja de ser una persona libre en sí para convertirse en sierva del feto que gesta para otras personas. Y no puede cambiar de opinión. No, una vez firmado el contrato, no tienes la libertad de cambiar de opinión ni eres dueña de ti misma. A no ser que quieras hacer frente a demandas millonarias (y si hemos dicho que principalmente son mujeres pobres ¿qué margen queda?).

¿Por qué no somos capaces de ponernos en la otra cara de la moneda? Puede ser quizás más sencillo identificarse con una persona receptora de unos privilegios (que no derechos) y no tan fácil pensar en persona que proporciona esos privilegios a una tercera. Creo que es la principal diferencia en los discursos personales al respecto: la empatía con la que miramos este debate.

Estaría bien que nos quitáramos la venda de los ojos. Esta práctica requiere someter a una tercera persona a riesgos (un embarazo no es inocuo para la salud, ni física ni mental),  a la voluntad de otras personas, enajenándote de lo que pasa en tu propio cuerpo a cambio de una u otra suma de dinero. Todo por un deseo, legítimo sin duda, pero no un derecho. Y esto, señores, es mercadear con el cuerpo de las mujeres.

Y estamos en contra. Estamos en contra de esta práctica, y no quiero que este posicionamiento lleve a errores: Apostamos y luchamos por un nuevo modelo de familias que no vulneren los derechos de las mujeres. Donde el deseo legítimo de formar una familia no revierta en contra de la libertad de otra persona.

Y somos plenamente conscientes que no es fácil, sobre todo en las trabas discriminatorias que se encuentran en los procesos de adopción, procesos que requieren una reforma profunda, reducir restricciones y dificultades, sobre todo a nivel internacional. Lucharemos para que todo el mundo pueda tener las mismas oportunidades de adoptar sin discriminaciones de orientación sexual o identidad de género. Esta es nuestra lucha. Son los niños y niñas los que tienen el derecho a tener familia.

Defender la igualdad es un orgullo que la JSC apostara por una amplísima mayoría en su último congreso en posicionarse en contra de los vientres de alquiler y que la militancia nos mandara, a aquellas personas que tenemos la responsabilidad de dirigir esta organización en los próximos años, luchar para que no se vulneren los derechos de las mujeres. Es un paso valiente, pero no podemos dejar que los temas incómodos o que nos pueden llevar a un debate muy intenso dentro de la organización nos frenen. Es urgente luchar por la igualdad de hombres y mujeres, pero hoy es un poco más esperanzador que ayer.

Olga Villa
Secretaria de Feminismo de la Joventut Socialista de Catalunya

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